De este estar sin ti, pero contigo.

Cierro los ojos cada vez que la oscuridad erupciona desde tus pupilas
y amenaza con llorarme sobre las pestañas.
Cierro los ojos si mis labios sueñan con algo más versátil que este irresistible
invierno sin tu piel.
Si al otro lado de la cama mi almohada estornuda
y me envuelve en la tristeza de pensar
que el frío no durará eternamente.
Aunque mis escusas tampoco.
Cierro los ojos si la calma de tener tu recuerdo,
en mis manos,
llora tus días de fiesta sin mí.
Y sonríe al último hielo de aquel trago a mi salud.
Si soñar despierta, de repente, es solo cuestión de tener tiempo
y no suficientes ganas.
Cierro los ojos al calcular la distancia que existe
entre las letras escondidas
y las caladas de ese último aliento
que guardo expresamente para matarlo de un susto.
Un día de estos.
Si se trata de soplar velas y de hacer de los sueños,
versos realistas,
que se parezcan más a tus idas de olla y a las venidas de la suerte
que ya nunca pronunciamos,
por miedo.
Miedo a naufragar,
en los brazos del otro,
y a morir de algo que nos haga sentirnos demasiado vivos
para merecer todo este desastre de sinsentidos.
De este estar sin ti, pero contigo.
De este abrir los ojos y no encontrarte a mi lado,
dormido.

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