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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Primavera rota

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Canto a la vida desde que descubrí las flores… las dalias entre los aloes tropicales,  los geranios y las zarzamoras, tendidas ante el adverso invierno, ante los vientos recios. Ese ha sido tantas veces mi lugar en el mundo. Ahora lejano, crecen hierbas doradas  y florecillas silvestres  entre los hilos de mi chaqueta, que anda colgada en la puerta  y lo niega todo. El espejo se asusta de su reflejo,  mientras el polen duerme  en las repisas de este hogar a medias,  de este despropósito. Pero me llaman desde otro rincón de la casa para acercarme a ver el ruido en los balcones, repletos de fuego y pensamiento,  de gitanillas y música tendida en el aire como lazos invisibles, señalando escondites que laten furiosos en la primavera rota. Hay algunos que se niegan a limpiar el rocío, y yo me pregunto por ellos, si ya no les sirve, como a mí tantos días,   si ya lo han perdido todo.

La sombra del viento

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«Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los libros olvidados.» Así empieza cada lectura de La sombra del viento, adentrándonos en los pasillos de un santuario de libros perdidos. Algo así como una biblioteca de geometría imposible poblado de un laberinto de corredores y estanterías vivientes. Nos adentraremos en una Barcelona lúgubre y sombría en 1945 de la mano de Daniel Sempere, un muchacho retraído y curioso, amante de los libros y los misterios. Daniel desentrañará hoja a hoja los secretos que existen detrás del nombre de Julián Carax, un autor moribundo golpeado por la vida y una sucesión de hechos, lazos y desventuras. Lo hará con la ayuda de diferentes personajes que aparecen y reaparecen para facilitar sus pesquisas, con su querido Fermín, y a pesar del inspector Fumero. No podía terminar el año sin rendirle mi pequeño homenaje a mi autor favorito español. Y qué mejor homenaje que la memoria, si bien sabía él que  exi

Diario de un mal año

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Ha pasado más de un año desde aquel agosto en que paseábamos por Oporto y yo me hacía la tonta para esperar aquella cola interminable que daba acceso a la librería Lello. A pesar del barullo y la masificación de esta librería (lo cual creo de corazón que es contradictoriamente bonito y terrible: qué maravilla que la gente esté deseando entrar a una librería y qué horror tener que ojear libros, estantes y tan bello paisaje en un ambiente tan cargado y molesto...), a su pesar creo que es uno de los lugares con más magia que he visitado últimamente. Me llevé dos amigos conmigo (para aprovechar el coste de las entradas) y así es como de una manera un tanto resumida llegó a mis manos: Diario de un mal año , de J. M. Coetzee. Cierto que el título le viene al pelo al presente que de una forma u otra sigue empeñado en abatirnos, a este año (vamos a llamarlo de pena) que tantos diarios inacabados trae a sus espaldas. Empecé este libro sin saber muy bien qué clase de libro iba a leer, convencida