Volver a volver.
He vuelto a la calle 13, donde te conocí de verdad y supe justo después que nunca jamás volvería a saber quién eras. He vuelto a sus bancos, a sus ramas lloviendo sobre nuestros ojos, a la pequeña farola que se vuelve a encender cada noche desde entonces. He vuelto porque sabía que no estarías allí sin tu media sonrisa. La otra media sigue un poquito conmigo. Me he sentado en la terraza del bar donde nunca compartimos más que unos hielos con prisa, un piti y un par de sonrisas. Cuando yo no sabía que te quería, ni que querer en silencio solo nos hace cómplices del asesinato de nuestros 150 pasajeros abordo. Que no nos cuesta la vida, pero nos la quita. He vuelto a la madrugada del último sábado, a la mirada de aquel chico que no me conocía de nada pero tampoco lo necesitaba. He vuelto a ese sitio donde no duele tanto el corazón. Y me han dicho que deje de volver. Que hay unos ojitos que no saben que en realidad no me quieren conocer. Pero es casi necesidad. Porque desde que no