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Mostrando entradas de 2017

Las palabras que no necesitas

Necesito escribir esto como he necesitado siempre y desde que recuerdo el consuelo de las palabras. Palabras sobre palabras aguardando dentro de los libros que nunca se olvidan, palabras en los labios de las personas a las que más he querido, palabras dentro de mí, en la alacena, en los anaqueles de mi esqueleto y su mantelería de poco diseño. Tantas veces, aparecen mientras escribo y de una manera que nunca he terminado de comprender, palabras en mi cabeza de las cuales no conozco su significado, como revelaciones de un subconsciente que almacena, dibuja y esgrime con gracia y gentileza las expresiones que saldrán a esta afrenta sin otro escudo que su verdad. Hoy, mientras caminaba impacientemente hacia casa, engullida por una bufanda gruesa que poco tenía que decirle al frío y la llovizna que anuncia la llegada de Bruno (la primera gran borrasca de invierno con nombre de niño, de cantante o de Santo) ; he visto cruzar delante de mí en forma de torrente de pensamientos ideas sueltas

Día gris

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Llevas un paraguas en los ojos, es el más bonito que una lluvia soñaría atravesar. Salpicas como la mala suerte de llevar años escondiendo las manos y nunca acertar con la china. Resbalas como el compromiso que duerme bajo tus mismas sábanas y te hace cosquillas en los pies. Y es verdad, hasta los días más grises, más oscuros que el contorno de las nubes, hacen parecer a tus ojos, un montón de colores mal alineados, distorsionados por todo ese reflejo mojado de sueños demasiado grandes, y miedos a su altura. Te hacen parecer a ti la tormenta más bonita, y a mí, un hueso empapado.

Personas

Con los ojos achinados, o con los labios fruncidos, con un aire de sencillez o con el temple de oro… Las mejores personas, no existen.

Una Piedra en el Jardín

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El viento era dulce y un poco húmedo, y se mecía entre los eucaliptos haciéndolos agitarse como niños inquietos. Olía a resina y el frescor se posaba en la piel sin apenas darse uno cuenta. Eran caricias débiles, una esperanza que casi hubiera podido admitir que se podía respirar. Caminé hacia el acantilado, siguiendo a mis propios pies y mirando más allá del pequeño claro que se abría tras la empalizada. Notaba la grava bajo mis zapatillas y la arena. Era un camino de piedras, de malditas piedras, de todos los tamaños. Había hecho una colección tan grande que mi casa había terminado por parecer un santuario, la casa de un cantero o los sueños de un río despierto. Había rellenado las estanterías, cubierto las encimeras, los armarios y los cajones de montones de ellas. Provenían de pequeños lugares que había podido visitar. Recuerdo haber recogido la primera de ellas en una pequeña cala alejada de la vista de cualquier turista poco curioso, en Ribadeo. Me perdí entre los juegos de una
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He creído que la vida era esto, tantas veces, vuestros nombres rasgados en mi garganta, mi nombre sin voz, una palabra sin vida. La vida que me enseñasteis a mirar a través del espejo en el que no me reconozco, la vida que en mis manos agarro a veces sin fuerza y pesadumbre, pensando que soy esa persona que no puede con un tapón, con una madrugada o con un triste pedal. La vida que cualquiera sabe abrazar en un momento fácil, para llenar otro cuerpo de besos y la boca de flores. Esa vida tan fácil y tan de mentira los lunes cuando hay que volver a trabajar, o los miércoles cuando uno prefiere abrazar su idea de libertad. La vida que me late en las muñecas y que me mido en el cuello, mirando hacia el techo que es mi cielo cubierto de los pensamientos que nunca he soportado dentro de mí y que me han obligado todas las veces a ocultar con dolor la mirada. He creído que la vida era decir una palabra y creérsela como si fuese verdad, como si este poema fuese a pe

Mentira

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Es este bosque a través de la ventana, la furia del cielo manchado de nuestros inventos, las palabras lloviendo como caricias, los corazones partidos sobre la encimera. Es el verano frío en medio de mi esperanza, el fuego de la cara, el temblor, el nervio asqueado. Soy yo, con una tirita en la boca, y con una herida abierta en los labios. Es el tiempo circunscrito a este momento, la vida sobre una línea, fingiendo ese equilibrio inhabitable y tan lleno de gente con manos de piedra. Es mi necesidad de recubrir la mesa de flores  para verlas morir de sed, tras mil lágrimas y sal, dejando caer sus pétalos sin justicia como si morir por alguien fuese tan terrible como bello. Es el sueño que no se acaba cuando se acaba el día. Es el margen que lo recubre y se anota sus propias citas en un mundo tan falto de contexto. A veces eres tú. Un rayo de luz a través de este cristal.  La apatía inversa. El bosque sin edificios.  Una debilid

Lluvia de estrellas

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Cómo haber deseado otra cosa, haber vivido debajo de otra lluvia a un metro de sinceridad propia despachada sin espejo. Cómo haber supuesto que aquel sombrero no remendaba el corazón como una tirita, ni oscurecía los ojos ya oscuros sin resolver. Coloca en mi mente ese horrible pensamiento, quise decirte. Si muero antes de que tú puedas verme o de que me reconozcas en el tiempo. Si aún sigues aquí cuando me haya dormido y la noche solloce. Coloca en mi mente ese horrible pensamiento, quise decirte. Pero dije otra cosa. Toma, esto es para ti. Cómo haber reconocido la voz rota entre mis latidos roncos. Si recordaré tu nombre e inventaré tu risa, y los pájaros sobrevolaran la noche en la que coloques ese horrible pensamiento en cualquier corazón. Pero cómo recordaré un verso la noche en la que los sombreros detengan la lluvia.

No te escribiré en primavera

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Tu nombre habita hoy todo el espacio, se ha quedado muy quieto como el pasado, preso en un instante que se debate entre sentir dolor o sentir la nada. La conciencia de lo que somos, deshecha en cristales, la conciencia de lo que fuimos y sus partes secretas separadas por fragmentos alienados en líneas de fractura. La conciencia que no le quedó a nadie y que es victoriosamente una cruz donde descansar. Tu día, que se muere solo, para no recordar nuestros nombres. No queda ni siquiera un vacío doble tras la contraventana y se oye una risa exagerada que rompe tu existencia. Nadie ha servido venganza, porque hoy habitas todo el espacio que no quisiste que nadie guardara. Hoy solo algunos recordamos tus pasos en el umbral de una casa que ya no es tu casa.

El Sabinar

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El viento se ha dormido entre tus manos, has conseguido que cese su afligida queja en tus oídos sordos y quemados por el invierno. Aún sigue tras estos muros tu decisión, como una orilla varada en un horizonte que se consume en círculos y bucles y aún extraña la luna y sus mareas. Al otro lado del acantilado, donde si uno se asoma lo suficiente percibe su reflejo sin contorno como un temblor, las corrientes rezuman por los resquicios de piedra volcán. Allí el viento azota el pelo de las flores que a ti no te crecen, y se deja morir de un golpe seco en las rocas desnudas. Tus dedos se mueven como las líneas, eres capaz de enumerar las motas de polvo, los días de una semilla, las secuelas de mi camisa. Y tus dedos ni siquiera se han dejado mecer, dulces en medio de un final, por el mar profundo que te abraza justo por delante con una mano tendida para que solo temas una sola vez su peligro. Tus pies, tan pronto, se han llenado de raíces y ascienden en un ray