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Mostrando entradas de octubre, 2015

El muro de mis lamentaciones.

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"¿Qué saben las tripas de puños cerrados? Saben que las riegan los amargos tragos,  saben todo y más de tenerse en pie,  de la soledad." Es una semana de las que no cuentan los días, no me pesan en el bolso las veces que en vez de escribir, o llorar, me he abandonado al sueño y al desconsuelo de un despertar no tan amargo, pero demasiado cansado. Me pongo a leer sabiendo que si no me pongo, nunca voy a llegar a aquel reducto de mis expectativas, en las que aún tengo esperanzas y que todavía me acarician la espalda con optimismo. El balón siempre corre más que yo, tengo poca velocidad, mucha prisa, pero la cabeza en otro sitio. Luego siempre está de vuelta, es su casa, el hogar que no eligió. Gritan gol. Me digo que no espero, pero no dejo de hacerlo.  Sigo girando la cabeza por donde te vi marchar, aunque nunca jamás me paro. Me hace daño todo el miedo, a pesar de que no me preocupa tanto. Te sigo creyendo dulcemente inalcanzable, pero nunca termino la fr

Octubres pocos.

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Es el otoño envuelto de verdad, durmiéndote los ojos, tirándote las hojas, hablando de marchitarse. La glauca hojarasca, la tierra en la mirada y ese pesar mal decorado de fríos tempranos. Es el veneno de sus savias, ascendiendo por la corteza de nuestras pieles y haciéndolas extranjeras en sus propias carnes. Las agujetas del alma, los complejos y la ropa por los suelos, mezclando sueños de gigantes y versos de liliputienses. Es el mirar de los preocupados, el entretanto de los fuegos lentos, las piedras del río que nos arrastra hacia la paz del otro lado del mundo. Es como intentar hacer la cena, y acabar escribiendo poesía. Como intentar hablar de algo, y que el poema acabe llorando por ti. He soñado en contarte como es, lo de vivir debajo de un abrigo las cuatro estaciones y mis restos de año. Pero es como hilar un suceso en los descosidos de mis manos, como mentir sin darse cuenta, o perseguir un infinito. Es la peor comparación que un loco