El muro de mis lamentaciones.
"¿Qué saben las tripas de puños cerrados? Saben que las riegan los amargos tragos, saben todo y más de tenerse en pie, de la soledad." Es una semana de las que no cuentan los días, no me pesan en el bolso las veces que en vez de escribir, o llorar, me he abandonado al sueño y al desconsuelo de un despertar no tan amargo, pero demasiado cansado. Me pongo a leer sabiendo que si no me pongo, nunca voy a llegar a aquel reducto de mis expectativas, en las que aún tengo esperanzas y que todavía me acarician la espalda con optimismo. El balón siempre corre más que yo, tengo poca velocidad, mucha prisa, pero la cabeza en otro sitio. Luego siempre está de vuelta, es su casa, el hogar que no eligió. Gritan gol. Me digo que no espero, pero no dejo de hacerlo. Sigo girando la cabeza por donde te vi marchar, aunque nunca jamás me paro. Me hace daño todo el miedo, a pesar de que no me preocupa tanto. Te sigo creyendo dulcemente inalcanzable, pero nunca termino la fr