Finales de mayo
Ensordece el ruido de todo este tráfico de injusticias. Sigo sentada en el rellano de siempre, esperando llegar yo antes que esa noticia pesada y sin voz. Se deja entrever entre algunas frases, que sin dejar de ser sinceras, no son concluyentes. Pero sin duda, vive en los silencios de una palabra y la siguiente, de una verdad y su adjetivo, de una llamada y su buzón. Me están dejando sorda y en los huesos. Siento que aquí tan lejos desde donde escribo, me recorro todos esos kilómetros de hospital y acaricio sus paredes en un intento de abrazar el dolor que viven a diario. Siento que sonaran mis pasos al otro lado, que en el momento que esté a los pies de tu cama, voy a sentir por fin, el suelo que me sostiene. No sé lo que pasará después, supongo que todo esto será presente. Recordaré con lastre y fiel apego, aquel verano que llegabas por la mañana y nos sentábamos juntas a los píes de su cama, yo con algún libro y tú con cualquier aventura que contar. Aquella mañana que tras m