Espectadores del fin
Asoló cuanto tocó. Incluso aún cuando parecía que se alisaba la falda o se sonreía en los espejos de los portales. Los días de botas y lluvias, de estrategias y complicidad. Contaba con los dedos las veces que el viento había firmado y concluido, con la letra torcida, otro efímero: "Quizás" Y serán las olas que ya no arrastran mensajes a estas tierras de perecederos vencidos. O serán las puertas que conducen a ese inmerecido refugio con paredes de hojalata. El retumbar de una jauría de sillas cuando se clavan como agujas sobre una piel que no resiste al paso del tiempo. Conspirando eternamente contra una soledad fielmente endurecida con continuos golpes de mortero. Acompasados, a veces, indiferentes. En general, dominados por la necesidad de comprender quién los hará parar. O cuándo. O cómo. O por qué. Se le acabaron las manos. Imagínense pues a esa actuación repleta de asistentes que a su desenlace, no aplaudirán. Al margen de una pequeña debilidad