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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Déjame conocerte por las calles de Madrid

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"Desisto de los pies y del suelo, estimo un desierto entre las nubes, jugando a ser pecado de hielo, ambicioso es el deseo que encubre, mi maltrecho tambor de acero, elogiador de lo que su sonrisa encubre. Colmado de una vana sabiduría, opta por romper su silencio, necesario a temor de la ambrosía, obstinado en el capricho de sus besos. Certeza que no consigo obtener, embarra en un profundo viaje por su ser, recitando mal juglar los versos de un ayer traicionero como una aguja al tejer. Espero no estar dejándome entrever. Puedo escribir con sangre que sella, o dibujar entre las estrellas, raleando por una caricia que me destella. Levitando se traslucen mis sueños, aplicando caso omiso a ese aviso, sensato como las palabras del norteño. Camuflemos la trascendencia de este mensaje, ahogado a un sinfín de coraje, lívido como un oscuro paraje, lúcido cual sueño a un paisaje. Entrega sin pavor a su amada el soldado sutil rosa sobre un corazón encamado. D

Quiso a quien (le) quiso querer.

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A veces el frío le sorprendía llorando, se hacía hueco entre los jirones de sus pantalones y recorría su espalda de abajo a arriba. El silencio, de otro tanto, también se adueñaba de sus ojos en blanco y negro. Porque en realidad, recuerdos que quiebran voces pocas más palabras necesitan Se preguntó a dónde iría aquel extraño con tanta prisa, cómo sería la sonrisa de la chica de mochila rosa que se cruzaba diariamente, a qué parada se dirigía la señora de los ojos saltones. Sabía tan poco incluso de sus propios zapatos... que le llevaron hacia cualquier sitio. Cualquier vagón a rebosar, cualquier abrazo en cualquier bar. El ruido le hacía olvidar lo que dolía un infeliz 'cualquiera', pero quizás valía más que cualquier promesa de nadie.

Miss diciembre.

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Vale igual no. Vamos a dejar de suponer que nos cabe el mundo en un pañuelo y que mirar más allá no solo es cosa de unos locos. Y pocos. Vamos a dejar de aspirar a ser otros, a mendigar a nuestro miedo que ceda, a tomarnos con desconsuelo las malas nuevas. Vale igual sí. Igual miro demasiado por la ventana, igual mi reloj biológico sigue siendo un impuntual, igual mis sueños exceden el límite de velocidad y sigo cultivando mi falta de sensatez. Pero me parece un buen final, para todos esos comienzos que no lo fueron.