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Mostrando entradas de julio, 2014

Efectos colaterales de un verano (otro) sin abrigo.

Qué grato vicio, el de saber que todo se puede escribir. Si hasta los que no tienen ojos... o los que los tienen y no escriben. Qué calor más sugerente, que evita que nuestros cuerpos maltrechos y jóvenes, puedan hablar de él. Qué virtud tan inconfesable, tenerte a ratos y a pocos metros pero fuera del alcance de mis manos. Si yo levanto la mirada, por encima de mis hombros, al otro lado de los magnolios, y acabo en otro y patético ataque de prisas. Qué acogedor, el aire revuelto, tu mirada airada cuatro ojos despiertos. Qué bonitas las distancias, las que son de corazón y erizan las pestañas de los enamorados. Si el tiempo pasa, los cajones se llenan y se desvisten, y tú y yo seguimos con lo puesto.

Corazón de escarcha.

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Te recuerdo entre oscuras confesiones en medio de aquel idílico poema la panorámica de lo que no queremos dejarnos vivir las notas tristes de esa última sonata a tus pies en la belleza de lo que no entiende de competiciones. Me recuerdo y no me sirven los espejos me caigo a cachitos a sus espaldas y las mentes aquí corren más que las palabras. Y así me encuentro temblando de frío utópico entre tardíos y efímeros consuelos. No los necesito a ellos, me recuerdan. Los ojos negros en su contorno, difuminando las ausencias. Los labios secos, descorchando ríos de vino tinto. La sangre enquistada donde nadie más que el desencanto tiene poder. A quién le duelen las partidas. Y dónde. Si yo ya me he pedido tus fantasmas. Hoy, semana y media, temperaturas helando sensateces. Ya no cantan las golondrinas y se me antoja la escarcha, tu polvo, el que nadie ha limpiado todavía . No quiero dejarme, los lápices vuelan, a veces te encuentran y últimamente lo has

La chica ballena

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Querido retoño, hoy he soñado con la chica ballena. Hace mucho tiempo que no sé de ella, que no deja rastros de su luz y que se esconde en océanos de azules increíbles. Yo creo que no se acuerda del color del cielo ni de la textura de las nubes y también creo que a veces, cuando despierta sobresaltada, lo echa de menos e imagina como hubiera sido su vida si aquel baño de agua salada hubiese terminado algún día. Sigue repitiéndose que la soledad no es buena compañía y el sueño se presenta más acogedor. Aunque supongo que su felicidad a medias y el terror cuando cierra los ojos y sube a la superficie, le parece un balance positivo. No puede ser única y egoísta comodidad. Voy a hablarte de la chica ballena porque la conozcas o no, nunca nadie habla de ella. Y eso me sigue pareciendo muy triste. Todos somos un poco egocéntricos y eso es sano y natural, y cuando la vida de los demás nos toca muy de refilón nos importa más bien poco. Y la chica ballena nunca toca demasiado al resto, sol

Plegaria nocturna

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Quien te vio y quien te ha visto. Las noches se hacen pesadas si los sueños tardan en llegar y últimamente me apuñalan cada mañana a la misma hora. A quién le rezo. Y por qué debería escucharme. Si mis ojos ya no son sinceros y las tarrinas de helado se aburren de mí y de la soledad de mi cuchara desgarrando el hielo. He visto el dolor, así, de cara, con ojos de vino y pude mantenerme firme. Al menos por no ser herida, por dar consuelo y dejarme la pena. He visto el dolor y los que andan descalzos saben que es precisamente lo que de verdad revive. La cuestión siempre será el cuánto. Cuánto dolor. Y cuánto tiempo. He visto el miedo en unos ojos muy grandes, la esperanza sujeta en la barandilla de un quinto piso y la dejadez de quien sabe que no quiere batalla. Y otros muchos la quieren, la braman, la conducen hasta el punto de perder el sentido de lo que aman. Porque si lo supieran o si como mínimo se hubieran parado a pensar, te hubieran encontrado en los bolsillos. Yo lo

Aquí no hay truco, solo trato.

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Si tu vas por partes, a mí que el insomnio me lo den en uno. Que ya hay suficiente con sufrir ausencias acompañado. Seamos realistas, quien despierta antes que los pájaros no se merece un desayuno y menos si llevas la noche entera haciéndote creer que has puesto mucho de tu parte. Porque que yo sepa, un último esfuerzo no es equiparable a tus vagas intenciones de creerte un superhéroe. No sé me da bien esto. Ni echarte de menos, ni desayunar a oscuras, ni mucho menos quemar el correo. Se me acumulan las cartas y estoy dejando de firmar con besos. Y no puedo dejar de repetirme que en realidad, tú fuiste quien me hizo débil. Más. Y deberías volver a arreglar este desastre. Pero lo cierto es que me sigue gustando esto de escribir a alguien que idolatro. Así que, pensándolo mejor, no vengas. Ya me voy yo. A perderme entre bares y cervezas, a cumplir después de tantos años alguna que otra promesa. Te vas a cansar de buscarme y lo sabemos, pero no lo dejes, que yo lo intenté mu

Divenire

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Es curioso, nunca sé cómo empezar y acabo cerrando los ojos. No me sorprenden las imágenes, ni se me aguan los ojos los lunes de madrugada. Suena Ludovico Einaudi. Me siento mejor. Es curioso, no conozco a persona más cursi que yo, ni más frágil, ni más pequeña, ni más estúpida. Siento que hace días que debería haber empezado aquel libro, que sigo madrugando solo para recordarme que no hemos salido impunes, que tomo el sol y solo espero que el aire sople fuerte, que arrepentirme siempre se me ha dado demasiado bien. Y vuelvo a creer que no fuiste un error, que el alcohol mata penas primero y después resucita lágrimas. Siento miedo, mariposas en la garganta, abejas asesinas en el estómago, arañas sobre la espalda. Vomito lo que no soy capaz de contar. A veces toda esta debilidad cobra sentido, a veces tú todavía sigues aquí. O allí. Y vuelvo a soñar y no puedo parar. Siento que no hay tiempo que apague esta necesidad. Más ahora que sé. Habiendo otros brazos,