Asfalto y otras medicinas.
-Sobrepasamos el límite de velocidad. No supe si tomarlo como un aviso o una proposición. Te vi pisar el acelerador con furia, al tiempo que sonreías como si no te estuvieras dando cuenta de que parecías precisamente lo que pretendías parecer: un loco al volante. No me quejé, adoraba la velocidad, el viento atravesándome los huesos, la locura en el corazón, las prisas por ser eternos en medio de un ataque de adrenalina. Te adoraba, en realidad. Con esos aires de piloto y de poeta, con esa magia entre tus dedos y ese guiño de: 'Ni puñetera idea de donde vamos.' Bordeamos los vagos intentos de la soledad por frenarnos, nos hicimos a la lluvia, al parabrisas, al cinturón de mediocridad. Condujimos a ciegas para no ver venir el final. -Suéltate, que vienen curvas.- Me cantó la radio. Y después... ...después volamos por los aires.