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Mostrando entradas de 2016

Olvida este intento

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Un olvido se asoma curioso con ojos de niño tras la pantalla, como una verdad ausente, un beso que ha muerto a oscuras, y que de repente, detiene su camino. Las hojas parecen retama dorada a esa distancia, pero uno se agarra a sus pies y la deshace, y cuando le tocan los ojos en una caricia áurea y triste son otra vez soldados del bosque  elegidos para guardar la línea y caer en la batalla. No recuerdo un invierno tan amarillo y viejo,  como este olvido sin nombre  que no acoge intentos débiles, y que mueve el cielo con vientos de papel. No me recuerdo a ese lado de la nube lejana,  ni esta ventana me protege del reflejo del curioso que se asoma a mi espalda como un frío repentino. No me recuerdo en el suelo porque ahora duermo sobre él, y porque un olvido ya se ha olvidado y solo se queda su nombre vacío como un resto de mí tendido a mi lado. Mañana se pondrá en pie como una senda se volverá marrón y después aire, y el bosque se

La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida

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No recuerdo con exactitud el día que me crucé por primera vez con la tristeza de Elvira Sastre. Sé que, sin embargo, no fue hace mucho y que el tiempo ha ido cavando sus propios surcos en su paso por este lugar que quién sabe si es mi casa, si son mis ideas, o si es simplemente otra tristeza más. Hoy tengo en las manos La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida , y digo en las manos porque es el instrumento palpable que lo sostiene. (Mis manos, qué lugar más triste para encontrarse.) Se ha venido a casa cómo si fuese un amigo de toda la vida, como si, así tal y como lo escribo, estuviese vivo y respirase. Hoy respiro yo con él, llevamos toda la mañana mirándonos a los ojos, echándonos la culpa el uno al otro, pensando en el mar y en que se encuentra más lejos de lo que parece, en las huidas dentro de cuatro paredes muy blancas, en palabras que se repiten como un olvido sucio. Fueron mis pasos los que me arrastraron a traerlo cerca de este estante, mis dedos los que han pasado sus

Granos de Arzadú

Apenas alzaste los ojos cuando te rocé las espaldas con mis enjutos codos. -Apártate. Quita ese libro, que se te van a caer los ojos. - Te bramé con mi falta asumible de diligencia. - Hazte a un lado, niño. Pasaron varios segundos hasta que te despegaste de tu tarea para finalmente dejarme paso por el cuchitril que teníamos por cocina. Me miraste como quien mira a otro niño muerto, roído por su falta de experiencia y de modales. Cerraste el libro de un soplido y me cediste tus palabras apaciblemente. -El agua sale templada a mitad de recorrido. Así le abrasarás los pies a cualquiera y se te derretirá la cara. Saliste de la cocina sin dejarme tregua para replicarte cualquier tozudez.  -No sé como no se te cae la tuya.- Musité. La olla empezó a zumbar y el chirrido me atravesó los oídos. Te odiaba tantas veces al día que me resultaba miserable hasta a mí no poder mirarte de otra manera. Te odiaba, te odiaba, te odiaba tanto... Bajé el fuego, hasta que solo quedó un susurro le

Mujeres de época

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La tarde caía como un milagro del cielo. Se volvían naranja los recuerdos, las presunciones, cualquier alarde a otra época pasada. Parecía innecesario el uso de la palabra, aún cuando el silencio era incómodo en un antiguo y opresivo cuarto de estar. No me pregunté cómo te habría sentado un corsé, blancas mangas de pernil y un colorido vestido que resaltase tus indudables curvas. El resto, y con el resto me refiero a tu actitud de autosuficiencia, la inteligencia de tus resoluciones, tu sonrisa impávida y esos aires de inconformismo social en los hombros, eran virtudes que ya vestías elegantemente. Te resultaba exquisita la lucha impugnable contra la desigualdad entre mujeres y hombres. Aunque no digo yo que acaso, todas aquellas ya pasadas diferencias (o no) con cobijo en frases hechas, denotaciones injuriosas y modales peripuestos no fuesen otra cosa que inventos en manos de gente que vivía en el continuo bucle de la insatisfacción. Mis ojos eran el espejo de tus pensamientos, qu

Boulder

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Te sostienes sobre cinco ojos, sientes el calor de tus propios ladrillos, aún cuando te machaca este frío que no llega. Cae el río a tus pies, como un niño sin siesta que no tiene descanso en sus ojos. Alguien se moja los pies de gato, se eleva al cielo, en tu arco de medio punto que sabe a gravedad. Cae, otra flaqueza. Otra vez, un cuerpo que cede, la voluntad partida. Cae, como todo ese agua amarilla, el mar marrón, entre toda ese valor que respira, que el viento mece inexorablemente, y vuelve a casa con las manos rotas, la verdad en la cara, un poco más fuerte.
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Es verdad, el orgullo se perdona si no lo han mortificado. Es verdad el cielo azul, la contaminación del pulso, los atascos mitocondriales, las hojas que no avanzan. Son verdad las medias cervezas con limón, la rutura fibrilar del cudriceps, las vistas maravillosas. Se siente todo como una especie de positivismo en ropa interior que nunca termina de tapar el cuerpo entero. Te levantas de la cama y te sorprendo, todo ese orden fingido que está deshecho en unos minutos. El polvo que nunca cae, que no dejo que anide en los restos de la persona que fui cuando todos seguían aquí. Una habitación de paredes blancas, de cuadros sin firmar (muchos sin acabar, más aún sin empezar), luciéndose como imágenes de lo que se aplaudió, de lo que no se logró. Me retuerzo entre aquellos días todavía, ves, nadie los imaginaría. Me guiñas un ojo, me tiendes ese desliz dulce que me guardo para mis propias creencias. Me das tus explicaciones, no porque las necesite, no porque lo necesites. Es algo qu

La ciudad de tus vuelos

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Cruza un pájaro el horizonte y aúlla: libertad. Brillan las palabras que me dejas, son de luz, de ti, son de quien las toma, quien las cree, quien las valora. Son tus pasos huella en la tierra, sombra de pino, una manilla en el tiempo, las horas en los pies de quien despega. Los días tristes llevan ochos y otros números. Allí el vuelo es más corto, las migrañas más lentas, los ojos brillan más. Allí el olvido se mancha las manos de barro, la resina es roja, el viento lastima. Allí no te escondes, no hay otra salida, la avecilla se aleja. Mas el cielo sigue celeste, índigo, azur. Sigue viajando, libertino. Siguen tus ojos buscando, tus palabras buscando un pedazo en ese edén que otros gastaron. Me escribes a veces en mayúsculas, pero me siento pequeña, un eco borroso en el mar de allí arriba. Ya no vuelo como antes. Y ojalá esa libertad que me dejas -la avecilla de vuelta en la ciudad,- seas tú libre, tú luz, tú poema.

Hecho agosto

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Hoy me he levantado con esas ganas imperdonables de acabar con el verano. Me lo perdono de todas formas por su otra condición de inevitable, de seco como la sed -irrespirable- y de pertinaz. Se me atraviesa el sol por las mañanas, el aire dulzón de la sierra, sus pastos, montes, sus gentes de fondo. Solo los días que libro de la vida, los días que todo se parece a lo de antes y que quién no puede recordar. Recordar. Hacerlo con tajos limpios, sin mucha sangre, a cierta distancia. Sentir el armazón de piel que me recubre, el cansancio, las horas por encima, las horas por debajo. Camino entre los felices escombros de un nuevo techo, que saben que pronto habrá mucha vida, un huerto chico, paredes sentenciando a otras paredes, luces y grillos. Camino como quien ya está muy lejos y poco le importa. Camino de la mano de quien me acompaña con gusto y me dice con la sonrisa del día que a agosto no le queda mucho, que el sol me queda bien, que podemos permitirnos algunas flores y pequeñas

Ausencia (II)

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He puesto este pequeño trozo de mar en este pequeño chato de vino; otro tinto y otra copa, un descanso muerto y breve con un hielo, sin limón, en la mesa sin número. Veo venir las olas en los pulmones, un salobre corazón que palpita sangre derretida, otra distancia en el pulso, indivisible. Se van. Me quedan palabras secas y el resto de vajilla, un pincho frío, equilibrios en los dientes, la garganta con sed de voz. Mi estómago deshecho a las veinte de la tarde, quince noches más por delante, cuentas y distancias, -todas pendientes-. Me quedan ausencias en el pecho, recorriendo los pasillos de mi casa, cuatros de agosto, meses sumándose, indistintos. Veranos al sol y lutos. Dudas, incertidumbre, cenizas. Me quedan. Lo que el mar siempre devuelve, lo que el mar nunca se lleva.

La soga del muerto

No es tan tarde, tenemos el reloj en hora y en cualquier momento llamaran a la puerta. Me como la puerta, jo. No me gusta esperar. Han reconstruido la pequeña fachada de la casa de quien sea al otro lado, no se ve apenas en la oscuridad, pero está más bonita, mucho más. Ulula el viento y choca contra las ventanas, y choca luego contra mi cara y luego ya, debe de morirse detrás de mí o yo qué sé. No sé cuando el viento decide morirse o no. Aparece una sombra a los pies de la vereda y la triste luz de una farola cansada. Tiemblan las dos, la luz y la sombra. Miro a la segunda con fijeza desde el bordillo y me agarro las piernas como si huir no fuese el reflejo mortal de todos los supervivientes. La miro hasta que la tengo delante de mí y me tiende una mano. Andamos por ahí, diciendo cosas vacías y de poca importancia. -Toma. Me tiende un cigarro como quien te echa un piropo o una sonrisa. -Déjalo.- Rehúyo. Camino con la vista puesta en la lejanía, donde empiezan la mús

Sudores fríos

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Vendrá el domingo, nos pesarán las alas de una noche de fuegos y estrellas. Nos sentiremos poderosos, llenos de ideas, -más la desilusión. Alguien se engañará pensando que el sistema es el problema, que no hay libertad, que no nos sujetan. Sentirá su propia contradicción que pasará hambre y sed, que matará al calor con un helado, y se sentará en el sofá junto a su dueño a engañarse por duplicado. Pero todos nos sentiremos quizás un poco cansados de ese calor, quizás mejor un poco supervivientes. Echaremos cuentas sobre si todo lo que podría salir mal cabe en una foto. Alguien madrugará el lunes y se preguntará si es verdad que en Madrid  ya no hace frío. No sé si ese alguien será la misma persona.

Ausencia (I)

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"Ausencia de razones en tu cabeza no de tierra, de viento. Por ella viajas a espacios transparentes, desde donde -siempre tras un cristal- hablas de olvido." Rosa García Rayego Queda una estela en aquel trozo frío, azul, de la encimera. Saluda un gorrión en la ventana, y sobrevuela un campo de amapolas, de prisas verdes, y primaveras sin nuestros pies (dando guerra.) Trae una noticia negra, que luce un rastro de luz -en la mañana más triste-. Tintinea. Alza el vuelo, como lo hace el tiempo con un cetro de buenas intenciones y un resto de flor en su carrillo. (Con sus agujas y sus tiestos pesados.) Se lleva el olvido y su recuerdo, la lágrima de un hijo, una despedida de viento.

Finales de mayo

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Ensordece el ruido de todo este tráfico de injusticias. Sigo sentada en el rellano de siempre, esperando llegar yo antes que esa noticia pesada y sin voz. Se deja entrever entre algunas frases, que sin dejar de ser sinceras, no son concluyentes. Pero sin duda, vive en los silencios de una palabra y la siguiente, de una verdad y su adjetivo, de una llamada y su buzón. Me están dejando sorda y en los huesos. Siento que aquí tan lejos desde donde escribo, me recorro todos esos kilómetros de hospital y acaricio sus paredes en un intento de abrazar el dolor que viven a diario. Siento que sonaran mis pasos al otro lado, que en el momento que esté a los pies de tu cama, voy a sentir por fin, el suelo que me sostiene. No sé lo que pasará después, supongo que todo esto será presente. Recordaré con lastre y fiel apego, aquel verano que llegabas por la mañana y nos sentábamos juntas a los píes de su cama, yo con algún libro y tú con cualquier aventura que contar. Aquella mañana que tras m

Por qué no vuela

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Todos sus sueños eran de papel.  Solo la lluvia era real.

A veces es contigo

Has estado allí conmigo, en todo ese andar atropellado. Cuando parábamos el tiempo, las agujas, la forma, los coches. Estuvimos en el otro muelle, lanzando piedras cruzando charcos, sobrevolando mareas. Eras como el lugar al que  si empre se podía volver, (al que volvía.) Todo a pulmón. Fue sin pensar decías, como el resto de noches, como cualquier otro crimen, como la esperanza. No era ni siquiera poesía, no cambiaba el mundo, no gustaba. Tenía sus formas de doler. Vivir, vivirse. A veces era contigo.

Abril

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Las paredes se sostienen sobre los cimientos de nuestro aplomo. Las paredes también se me caen sobre los ojos, teñidas de añil y sal, destruyendo todo lo que aún no hemos sentido. La esperanza se levanta todos los días de la cama, toca unas notas en las escaleras, se cansa, se acuerda de aquel último 450, se viste de primavera, se sigue muriendo de frío.  Los días me recuerdan que todo se parece y que nada ha sido igual. Que no sé quien eres, quien te gustaría ser, ni quien lo sabe. No se me ocurre ninguna buena razón para no volver la cabeza, no se me ocurre mejor alineación que mis esquemas volando por los aires, tú y yo hablando de complicaciones. No tengo nada claro si este sueño tiene luces, nada cierto salvo mis ganas de reírme del maldito destino, de este círculo de cobardes, de esta sociedad en ruinas.  Estoy ahí a merced de un par de pasos, en esa vuelta de la esquina, en las gradas de la melancolía, a dos semanas de no haber luchado lo suficiente.

Flores a la memoria.

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Hay pocas cosas más ciertas como que nunca era yo. No eran mis ojos los misteriosos, ni mis letras las despistadas que buscaban hacerte reír. No eran míos los anónimos, ni aquellos últimos pensamientos, ni los pasos al otro lado de la puerta. No fue a ti, a quien llamé flor de litio a sabiendas de su inexistencia.  No fue tu día nunca mío. Tampoco fue tuyo aquel primer abrazo que se quedó en aire y esperanza entredicha. No fue, nunca fui. Las ruines disculpas y blasfemias al tiempo no fueron menos verdad como que no llenan corazones. Tampoco es ahora menos soez pronunciarse. Y es, sin embargo, cómico verte en estas letras ahora que ya no estás por aquí.  Me sorprende mi vaga memoria, indispuesta, que supo desde aquel primer momento que todo aquel desinterés vivía a mi costa y omisa a este dulce sabor a recuerdos que respiro. Y ahora que ya no recuerdas que yo nunca lo hice y que dolió, ha venido todo de repente a desquitarse. Nunca será por mucho tiempo, pero sí como

Por tener

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Tengo el tiempo en la cabeza mirándome callado, sonriendo como de lejos como si fuese necesario haberle parado los pies. Te tengo en los ojos todavía, en aquel rincón desierto de mi memoria dormida, en un cruce de balas, a dos centímetros de la boca. Tengo lo que nunca imaginé silencios por todas partes, flores en la cabeza, lluvia en los bolsos, ojos sobre mis ojos. Y tengo que decir al humo que se escapa de todas esas chimeneas flotantes, que me sigue faltando el aire que respiras a bocados. Tengo, tengo que jurarme otra vez que ya nunca será demasiado tarde, que nadie ha muerto en el intento de hacer pactos vencidos con el olvido. Que hoy hace el frío que tú quieras, para abrazarse a cualquier buena excusa, y dejarse un pedazo de luna para la cena de mañana. Que aquí también se lloran ríos, se habla de sueños y se dice mucho tu nombre. Que por tener, a veces me sigue latiendo el corazón y a veces da bien la hora.

Retrato (II)

Eres el punto de mira, la inflexión sin cartas, la migaja interpuesta entre dos de mis costillas, (mis costillas a veces), la falta de dudas, y las dudas enteras, una puerta entreabierta, un hogar a contraviento, el aire que no respiro, (y el que me falta.) Eres un punto mal puesto, una palabra mal dicha, mas de veinte sin nombrar. Eres el invierno que no abriga, (un recuerdo que respira), una mañana de paso, el paso de mi vida contextualizado. Eres el sí que todo lo niega, que nada lo apaga, que estira la soga y sonríe. Aún sonríe.

Retrato (I)

Tienes insectos en los dientes, palabras en las manos, los bolsos ausentes, la rutina afilada. La rutina en la sangre, la sangre fría de alzar un arma y acabar el crimen bajo tus venas. Tienes los ojos en la espalda, el hoy en el ayer, las cajas una encima de otra, todas encima de ti. De ti, como si fueses poca cosa y poca cosa nos quedara por decir a los demás. La vida rogando, el mazo dando y los clavos en la frente. Te has colgado en el tablón de anuncios y devoluciones, te has visto en la niebla de nuevo. (Has buscado la niebla.) Sigues en la cama, en tu piel, en la tristeza de cualquiera. (y en la de todos.)