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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Mientras andas sin zapatos

No me sorprende ni un pelo. Esta agonía cómplice que arrastras como una ludopatía urgente y que te hiela la sangre mientras dices cosas y explicas cosas y vendes cartas y predicas otras. A ti tampoco te sorprende la costumbre de llorar por todas esas vidas terribles y síncronas que se reproducen, como un cine malo (disculpa mi falta de criterio), en esa sala vacía que dejan tu pasos. Por eso este libro, rojo sangre, que tiene un título que hiere (tanto que duerme besando la mesa) y que me sube a la cara como una vergüenza, no podría hoy repeinarte ni los huesos ni la sorpresa. No hay coraje huidizo, ni verdades con patas, ni buenas intenciones en esa cara de la luna que es en realidad tu primer plato. Ni siquiera aún has entendido que no estaba todo en las manos de quien no repara: ni tu futuro, ni el descanso, ni siquiera tú. Si el dolor no fuese algo tan intangible como la deshumanización de otro cuerpo humano, si creyera haberte si quiera amedrentado en algún intento, si acaso eso