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Mostrando entradas de agosto, 2017

Una Piedra en el Jardín

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El viento era dulce y un poco húmedo, y se mecía entre los eucaliptos haciéndolos agitarse como niños inquietos. Olía a resina y el frescor se posaba en la piel sin apenas darse uno cuenta. Eran caricias débiles, una esperanza que casi hubiera podido admitir que se podía respirar. Caminé hacia el acantilado, siguiendo a mis propios pies y mirando más allá del pequeño claro que se abría tras la empalizada. Notaba la grava bajo mis zapatillas y la arena. Era un camino de piedras, de malditas piedras, de todos los tamaños. Había hecho una colección tan grande que mi casa había terminado por parecer un santuario, la casa de un cantero o los sueños de un río despierto. Había rellenado las estanterías, cubierto las encimeras, los armarios y los cajones de montones de ellas. Provenían de pequeños lugares que había podido visitar. Recuerdo haber recogido la primera de ellas en una pequeña cala alejada de la vista de cualquier turista poco curioso, en Ribadeo. Me perdí entre los juegos de una