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Mostrando entradas de mayo, 2014

Te dije que saltaras.

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Existen canciones tan bonitas como el roce amistoso del pasado, sonrisas que llevan tu nombre desde antaño, cuando las noches aún se dormían. Arrulladores guiños, nanas inventadas, sueños despiertos, caricias secretas. El aire se despertaba cada mañana y nos sacaba de la cueva, detrás de las montañas, donde los días comienzan una y otra vez. Existen canciones que no son palabras, son silencios, que llenan el vacío de tu ausencia y te traen de nuevo al mundo, a este, y jugamos a ser eternos. No lo vivimos y sé que no lo echarás de menos, quizás fue solo de ese polvo que se posa sobre los hombros de la gente incapaz de cuidarse. Sobre las fotos que reflejan lo que ya no eres y las drogas que no necesitabas. Tus quince miligramos diarios que son la felicidad a corto plazo, el intento de deshacerse de esas sábanas encaprichadas con tu juego de pies. Imaginario. Aguantarte la mirada, conseguir la fuerza necesaria para sentir tu calor de cerca y  los pinchazos de

Triste historia de amor de una Pila Daniell

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Sentía el amor bajo los hombros, retazado, en el fondo de la clase, perdiendo su voz y voto entre una jauría de sentires, de intereses, de desgracias sin techo. Con un hogar que eran mis puños y la rabia de sentirme  reducida a un matojo de posibilidades inquietantes. En el extremo positivo , aun así, porque las esperanzas llenaba mi mente de pájaros descorazonados, que una vez alimentados y cuidados, aprendían a volar. Y se iban, muy lejos, y ya no volvían. Tú, que eras exactamente la cara opuesta de la moneda. Haciéndome llegar la electricidad de una tormenta de verano, recordándome que el miedo no deja de ser vida, escalando a las alturas, reclamando tu dosis diaria de adrenalina. Tú, la oxidación en persona, consumido por las fronteras del aire, pisando tu casa en extrañas circunstancias. Buscando siempre lo que tus menos pretendían llorarte para que no me encontrases jamás. Y todo cuanto nos unía era ese puente lacrimógeno , ese sábado noche, ese enc

Enmudece la primavera

Enmudece la primavera, que de flores ya me sé. Sus cuencas vacías, el perfume de dos soledades cuando se echan de menos. Los labios amapolas que quisieron ser mariposas, para venir y posarse sobre las palmas de la niña que un día fui. Vuela donde nadie la alcanza. Solo el deseo de ser. El aire, el fuego valiente. Y desatar el cálido aliento de la libertad. De sueños mueren los que tienen fe. Aunque, alegres descubren sus cuerpos tórridos, y saludan a la inmensidad. Se extinguen las armonías prendidas. Enmudece la primavera.

Mañanitas tristes.

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Mantos verdes y el canto de los gorriones. Olor tibio, ojos marrones, el desayuno deshecho. Subía las persianas y caían sus pestañas. Los charcos de lluvia son noches y son ruinas. Las gotas tiritando en la mañana inundada con ramajes y capullos. Sus labios manchados de la prisa y la nata que son nubes donde se esconde un dios que muda de pieles. La belleza subjetiva de otro día sin poesía. Y rompe el silencio y luego lo deja vivir. Ahora respira, pero solo. Amanece y atardece al unísono Mueren y no viven. Nadie las llora.