Soy una granada

Hay historias que simplemente no merecen ser contadas.
Al menos no por unos labios que llevan cicatrizando meses mientras los mismos dientes los desgarran.
No porque su protagonista no se merezca el papel principal de una historia de nadas y desencuentros.
No porque haya luchas que estén avocadas, una y otra vez, a fracasar.
Quiero decir que no.
Lo que nunca supe decir a tiempo.
No busco entes inteligentes que pretendan consolar a esto.
No.
Porque sé que tuve oportunidades de ser algo más que olvido,
que la paciencia aún tiene la intención de calmar
lo que no calmó en su día.
Pero firmé aquella carta esperando que no fuese la última.
Creyendo, como no, que los milagros existen.
El futuro, sé que es eso.
El miedo que se acuesta siempre al lado de los sueños.
Un pastel de derrotas que espera a que soplen sus velas.
Un año menos.
Otro más, quiero decir.
Es posible que se atrevan a llamarme pesimista.
Es posible que no me conozcan.
Es posible que tampoco lo hicieran durante aquellos años,
cuando al deseo que pedía en los días de mi no cumpleaños aún
rimaba con vida.
Sé que no me dejo, pero no es nada personal.
Soy una granada.
Ojalá pudiera decir que no.
Pero lo soy.




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