Triste historia de amor de una Pila Daniell

Sentía el amor bajo los hombros,
retazado,
en el fondo de la clase,
perdiendo su voz y voto entre una jauría de sentires,
de intereses, de desgracias sin techo.
Con un hogar que eran mis puños y
la rabia de sentirme reducida a un matojo
de posibilidades inquietantes.
En el extremo positivo, aun así,
porque las esperanzas llenaba mi mente
de pájaros descorazonados, que una vez alimentados
y cuidados, aprendían a volar.
Y se iban, muy lejos, y ya no volvían.

Tú, que eras exactamente la cara opuesta de la moneda.
Haciéndome llegar la electricidad de una
tormenta de verano, recordándome que
el miedo no deja de ser vida,
escalando a las alturas,
reclamando tu dosis diaria de adrenalina.
Tú, la oxidación en persona, consumido
por las fronteras del aire, pisando tu casa en
extrañas circunstancias.
Buscando siempre lo que tus menos pretendían llorarte
para que no me encontrases jamás.

Y todo cuanto nos unía era ese puente lacrimógeno,
ese sábado noche, ese encuentro fortuito.
Que nos recordaba que la vida nos necesitaba a los dos
para ser algo.
Y nadie se atrevía a gritarnos que ya estaba bien
de tanto marchitarnos a solas, que éramos espontáneos,
mucho mayores que ese solitario cero.
Que nunca sería derecha, ni izquierda, que no pertenecería
a ningún sitio.

Y finalmente los besos y el amor que sí era amor,
pero que después de tanto y de todo,
no encajaba entre tus manos de fuego
y mis labios rotos.

Química, ganas, retos.
Qué sé yo lo que nos faltaba.


Comentarios

  1. Probablemente la entrada que más me haya gustado de tu blog. A pesar del odio del ambiente ;P
    jajajaja

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