Aquí no hay truco, solo trato.

Si tu vas por partes, a mí que el insomnio me lo den en uno.
Que ya hay suficiente con sufrir ausencias acompañado.
Seamos realistas, quien despierta antes que los pájaros no se merece un desayuno y menos si llevas la noche entera haciéndote creer que has puesto mucho de tu parte.
Porque que yo sepa, un último esfuerzo no es equiparable a tus vagas intenciones de creerte un superhéroe.
No sé me da bien esto.
Ni echarte de menos, ni desayunar a oscuras, ni mucho menos quemar el correo.
Se me acumulan las cartas y estoy dejando de firmar con besos.
Y no puedo dejar de repetirme que en realidad, tú fuiste quien me hizo débil.
Más.
Y deberías volver a arreglar este desastre.
Pero lo cierto es que me sigue gustando esto de escribir a alguien que idolatro.
Así que, pensándolo mejor, no vengas.
Ya me voy yo.
A perderme entre bares y cervezas, a cumplir después de tantos años alguna que otra promesa.
Te vas a cansar de buscarme y lo sabemos, pero no lo dejes, que yo lo intenté mucho tiempo y mírame ahora.
Con los labios manchados de poesía y cerezas.
Esperando a que amanezcas entre tantas mentiras que asoman por debajo de la cama.
Enseñando la patita.
Susurrando: cuéntanos.
Me apetece sacar la pístola pero me recuerdo que sería mucho más efectiva una mirada de esas.
De las que llevan sangrando noches y paran la hemorragia interna cuando me encuentran.
Pero hay veces que es peor la enfermedad que el remedio, y eso no lo cuentan.
Porque pénsandolo bien, que no mejor, nos han prescrito mal la medicación.
Tú no sufres mal de amores, ni a mí me dan ataques psicóticos.
La tristeza es universal.
Es la respuesta a todas mis preguntas.
Es el síntoma, pero también es la cura de tus silencios.
Deberían avisar que lo que más duele de las heridas es volver a abrirlas.
Porque yo necesito tiempo para cicatrizar.
Y por eso quiero pedirte algo.
Yo prometo no dejarte morir, pero tú tienes que volver algún día y dejarte los nudillos en mi puerta.
Así los dos nos dejamos algo que nunca nos ha pertenecido.
Estás jugando con ventaja.
Pero eso siempre ocurre cuando alguien aprieta un gatillo.
Y aunque ya lo sepas, en este caso, no fui yo.


Ha sido todo un crimen pasional de madrugada.

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