Divenire
Es curioso, nunca sé cómo empezar y acabo cerrando los ojos.
No me sorprenden las imágenes,
ni se me aguan los ojos los lunes de madrugada.
Suena Ludovico Einaudi.
Me siento mejor.
Es curioso,
no conozco a persona más cursi que yo,
ni más frágil,
ni más pequeña,
ni más estúpida.
Siento que hace días que debería haber empezado aquel libro,
que sigo madrugando solo para recordarme
que no hemos salido impunes,
que tomo el sol y solo espero que el aire sople fuerte,
que arrepentirme siempre se me ha dado demasiado bien.
Y vuelvo a creer que no fuiste un error,
que el alcohol mata penas primero
y después resucita lágrimas.
Siento miedo,
mariposas en la garganta, abejas asesinas en el estómago,
arañas sobre la espalda.
Vomito lo que no soy capaz de contar.
A veces toda esta debilidad cobra sentido,
a veces tú todavía sigues aquí.
O allí.
Y vuelvo a soñar y no puedo parar.
Siento que no hay tiempo
que apague esta necesidad.
Más ahora que sé.
Habiendo otros brazos,
roces no inocentes,
miradas furtivas,
ahora lo sé:
El olvido no nos recuerda,
pero nosotros a él sí.
Y esa es la pena,
esa es la condena.
Aparece Divenire en el aleatorio.
Sonrío.
Es curioso, nunca sé como empezar y acabo cerrando los ojos.
No me sorprenden las imágenes,
ni se me aguan los ojos los lunes de madrugada.
Suena Ludovico Einaudi.
Me siento mejor.
Es curioso,
no conozco a persona más cursi que yo,
ni más frágil,
ni más pequeña,
ni más estúpida.
Siento que hace días que debería haber empezado aquel libro,
que sigo madrugando solo para recordarme
que no hemos salido impunes,
que tomo el sol y solo espero que el aire sople fuerte,
que arrepentirme siempre se me ha dado demasiado bien.
Y vuelvo a creer que no fuiste un error,
que el alcohol mata penas primero
y después resucita lágrimas.
Siento miedo,
mariposas en la garganta, abejas asesinas en el estómago,
arañas sobre la espalda.
Vomito lo que no soy capaz de contar.
A veces toda esta debilidad cobra sentido,
a veces tú todavía sigues aquí.
O allí.
Y vuelvo a soñar y no puedo parar.
Siento que no hay tiempo
que apague esta necesidad.
Más ahora que sé.
Habiendo otros brazos,
roces no inocentes,
miradas furtivas,
ahora lo sé:
El olvido no nos recuerda,
pero nosotros a él sí.
Y esa es la pena,
esa es la condena.
Aparece Divenire en el aleatorio.
Sonrío.
Es curioso, nunca sé como empezar y acabo cerrando los ojos.
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