La chica ballena
Querido retoño,
hoy he soñado con la chica ballena. Hace mucho tiempo que no
sé de ella, que no deja rastros de su luz y que se esconde en océanos de azules
increíbles. Yo creo que no se acuerda del color del cielo ni de la textura de
las nubes y también creo que a veces, cuando despierta sobresaltada, lo echa de
menos e imagina como hubiera sido su vida si aquel baño de agua salada hubiese
terminado algún día. Sigue repitiéndose que la soledad no es buena compañía y
el sueño se presenta más acogedor. Aunque supongo que su felicidad a medias y
el terror cuando cierra los ojos y sube a la superficie, le parece un balance
positivo. No puede ser única y egoísta comodidad.
Voy a hablarte de la chica ballena porque la conozcas o no,
nunca nadie habla de ella. Y eso me sigue pareciendo muy triste. Todos somos un
poco egocéntricos y eso es sano y natural, y cuando la vida de los demás nos
toca muy de refilón nos importa más bien poco. Y la chica ballena nunca toca
demasiado al resto, solo cuando siente la necesidad o la triste obligación de
dar pequeños pasos. Eso la hace secreta, sumisa, callada. Es su forma mortal de
pasar inadvertida.
La chica ballena tiene unas manos grandes y delicadas, una
larga mata de pelo y la sonrisa de encaje. Sabe reírse de verdad pero le da
miedo. Es cuidadosa, se arregla como todas las demás, se disimula las pequeñas
heridas con maquillaje y se recoge el pelo con pinzas de pez. No hay rebeldía
en ella, solo parece que detrás de sus gráciles movimientos se encuentra una persona
calmada y pacífica. Pero objeto, es solo
otra forma de tristeza.
La chica ballena sale de casa, hace pie por los paseos de la
ciudad, se disfraza en carnavales y se queda en discotecas siempre hasta horas
prudentes. Pero has de saber que todas estas cosas nunca las hará contigo.
Todas las chicas ballenas saben rechazar gustosas invitaciones, tienen fórmulas
prefabricadas para decirte que no antes de la propuesta. Llevan tanto tiempo
repitiéndose que no quieren hacer amigos para siempre, que como toda orden a
expensas del corazón, va acompañada de una duda fortuita. La duda.
La chica ballena tiene corazón, aprendió quizás y con mala
suerte a abrirlo antes de tiempo y lo cerró como todo loco mira a su luna de
plata. Sabe lo que es el amor, ha volado durante besos maravillosos y sintió el
amargo vacío de las horas sin compañía. Pero de la misma forma que sabe lo que
es el amor, desconoce que no es el amor. Porque hay lazos que no deberían hacer
tanto daño y menos un dolor tan dulce como este. El amor es su tesoro más
grande, el sueño de su vida hecho carne, la apuesta real. Y todo lo que
confunde con él, es su cárcel y su condena a vivir reduciendo sus posibilidades
a los ojos de un tritón que no sabe quererla.
Supongo que lo peor de todo esto es que la chica ballena lo
sabe y sigue escondiendo las cicatrices, sigue con las mentiras en su juego por
ser feliz, sigue sin querer saber nada del sol. Ya nadie la pide que vuelva y
son pocos los que la echan de menos. Quién sabe si hay esperanza o no, si ella
aún guarda algo de sensatez bajo las sábanas. No sé, yo sigo pensando que
alguna noche cuando sienta el frío del roce de sus propios pies, las lágrimas despierten
en ella algo más que sus vanas intenciones de regresar a la costa y retomar la
aventura de la vida.
Hoy he soñado con la chica ballena y recuerdo que me decía que
sentirse solo no deja de ser una estupidez.
Pero qué estúpidos somos.
Y qué solos estamos.
Andrea
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