Amalgama y entretela.
Será verdad que hay silencios que son esperanzas y
destellos violetas que encubren decisión,
que quien puso la tristeza de moda, en realidad,
sigue cavando un pozo y echándose la tierra a los pies.
Será que las prisas llenan los caminos de polvo
y las esperas son consultas con retraso.
-Será lo que sea-
Es fácil vivir sin saber cómo, más complicado es el orden
y su obsesión por los intrusos.
Es difícil articular palabras que no son espontáneas,
es peor callárselas.
No he abierto la puerta, no conozco al asesino. Pero
él sabe muy bien cómo me llamo.
Y no es suficiente.
La piel sigue sin tapar las malas rachas.
Son peor que las cicatrices,
no las ves
pero sabes que siguen ahí.
Y la distancia no es abrigo los días de nieve,
los paraguas se rompen con el peso
de las lágrimas.
La sal del sur alegra las mañanas,
nos llena la boca de risa,
nos invita a un último trago
de sueños sin escrúpulos.
Luego la realidad es peor,
no encuentras la maldad por ningún lado
y tragas saliva en un intento
de que el crujido de tus tripas
no haya roto nada importante.
La sencillez sigue curando lunes,
anestesiando domingos
y atravesando corazones.
Y del tuyo, nadie sabe nada a ciencia cierta,
nada que no sean unos ojos
tristes
y caprichosos.
Solo un miedo tajante,
un posible cuchillo en malas manos,
de que el tiempo no nos quiera
y la soledad nos pille acompañados.
Ojalá vinieras, ojalá creyeras
que esta conspiración
a campo abierto
va a curarte el corazón.
Ojalá la suerte nos encuentre bailando
y nos pise los pies.
Ojalá no pudieras hacerte una idea de todo lo que no merece la pena.
De todas las penas que no nos merecen.
destellos violetas que encubren decisión,
que quien puso la tristeza de moda, en realidad,
sigue cavando un pozo y echándose la tierra a los pies.
Será que las prisas llenan los caminos de polvo
y las esperas son consultas con retraso.
-Será lo que sea-
Es fácil vivir sin saber cómo, más complicado es el orden
y su obsesión por los intrusos.
Es difícil articular palabras que no son espontáneas,
es peor callárselas.
No he abierto la puerta, no conozco al asesino. Pero
él sabe muy bien cómo me llamo.
Y no es suficiente.
La piel sigue sin tapar las malas rachas.
Son peor que las cicatrices,
no las ves
pero sabes que siguen ahí.
Y la distancia no es abrigo los días de nieve,
los paraguas se rompen con el peso
de las lágrimas.
La sal del sur alegra las mañanas,
nos llena la boca de risa,
nos invita a un último trago
de sueños sin escrúpulos.
Luego la realidad es peor,
no encuentras la maldad por ningún lado
y tragas saliva en un intento
de que el crujido de tus tripas
no haya roto nada importante.
La sencillez sigue curando lunes,
anestesiando domingos
y atravesando corazones.
Y del tuyo, nadie sabe nada a ciencia cierta,
nada que no sean unos ojos
tristes
y caprichosos.
Solo un miedo tajante,
un posible cuchillo en malas manos,
de que el tiempo no nos quiera
y la soledad nos pille acompañados.
Ojalá vinieras, ojalá creyeras
que esta conspiración
a campo abierto
va a curarte el corazón.
Ojalá la suerte nos encuentre bailando
y nos pise los pies.
Ojalá no pudieras hacerte una idea de todo lo que no merece la pena.
De todas las penas que no nos merecen.
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