Déjame conocerte por las calles de Madrid

"Desisto de los pies y del suelo,
estimo un desierto entre las nubes,
jugando a ser pecado de hielo,
ambicioso es el deseo que encubre,
mi maltrecho tambor de acero,
elogiador de lo que su sonrisa encubre.

Colmado de una vana sabiduría,
opta por romper su silencio,
necesario a temor de la ambrosía,
obstinado en el capricho de sus besos.
Certeza que no consigo obtener,
embarra en un profundo viaje por su ser,
recitando mal juglar los versos de un ayer
traicionero como una aguja al tejer.
Espero no estar dejándome entrever.

Puedo escribir con sangre que sella,
o dibujar entre las estrellas,
raleando por una caricia que me destella.

Levitando se traslucen mis sueños,
aplicando caso omiso a ese aviso,
sensato como las palabras del norteño.

Camuflemos la trascendencia de este mensaje,
ahogado a un sinfín de coraje,
lívido como un oscuro paraje,
lúcido cual sueño a un paisaje.
Entrega sin pavor a su amada el soldado
sutil rosa sobre un corazón encamado.

Delito me carcome, bien es sabido,
espero que me perdone por proclamar este rugido.

Muriendo ya mis pasos se encaminan,
abstengo mi ira, pues no termina.
Duende de la noche de la ruina,
rasgo las últimas cuerdas de esta lira.
"Impregnaré tus besos con escarcha",
dijo el lobo solitario con su arpa."



Desde entonces te llaman poeta.

Hermes Piedra

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