Yo no estaba allí
He podido vivir sin demasiadas cosas.
Sé que no te acuerdas y haces cuanto menos bien, de aquel día que no te invité a tomar una Coca Cola.
Me acuerdo de todo el miedo que tenía, del vuelco al corazón cuando no abriste la puerta del bar ni me buscaste entre las mesas.
Yo no estaba allí, esperándote.
No te tropezaste con un chico que salía apresurado, no te acercaste a mí ni me sonreíste mientras lo hacías.
Yo tampoco me estaba muriendo por arrancarme el corazón en ese momento.
No tuvimos la conversación más torpe de nuestras vidas, ni nos dimos cuenta de que había pocas cosas que empezar a contarnos.
Yo no te hablé de los secretos.
Tú ni siquiera ocultaste los tuyos.
No me reí lo suficiente, ni te miré lo suficiente, ni me morí lo suficiente por empezar a escribirte poemas.
Fue como si en realidad lo único que pretendiéramos fuese no caer en la cuenta de que tú te estabas enamorando de alguien que ya estaba enamorada de ti.
Como si no diera el miedo suficiente,
ni cobrase el valor necesario,
para seguir viviendo con todos esos agujeros
y todas esas goteras en los ojos.
No recogiste, ni te marchaste corriendo.
Ni tan siquiera supiste decirme
que esta vez no te apetecía renunciar.
Sé que no te acuerdas y haces cuanto menos bien, de aquel día que no te invité a tomar una Coca Cola.
Me acuerdo de todo el miedo que tenía, del vuelco al corazón cuando no abriste la puerta del bar ni me buscaste entre las mesas.
Yo no estaba allí, esperándote.
No te tropezaste con un chico que salía apresurado, no te acercaste a mí ni me sonreíste mientras lo hacías.
Yo tampoco me estaba muriendo por arrancarme el corazón en ese momento.
No tuvimos la conversación más torpe de nuestras vidas, ni nos dimos cuenta de que había pocas cosas que empezar a contarnos.
Yo no te hablé de los secretos.
Tú ni siquiera ocultaste los tuyos.
No me reí lo suficiente, ni te miré lo suficiente, ni me morí lo suficiente por empezar a escribirte poemas.
Fue como si en realidad lo único que pretendiéramos fuese no caer en la cuenta de que tú te estabas enamorando de alguien que ya estaba enamorada de ti.
Como si no diera el miedo suficiente,
ni cobrase el valor necesario,
para seguir viviendo con todos esos agujeros
y todas esas goteras en los ojos.
No recogiste, ni te marchaste corriendo.
Ni tan siquiera supiste decirme
que esta vez no te apetecía renunciar.
Comentarios
Publicar un comentario