Carta a la vida
Hoy es siempre todavía,
toda la vida es ahora.
Antonio Machado.
Me duelen los ojos de mi vocación suicida por seguir sosteniéndote la mirada. Los más aventurados te hablan de oportunidades, la gente triste te acaricia por las noches y te revuelve el pelo, los buenos te sonríen después del pan duro de todos los días.
Nadie conoce tus apellidos, pero todos te nombran. Te quieren como si fuesen ellos mismos, con inocencia y gracia confundida, con más pereza los lunes, con ganas las mañanas de vacaciones, con miedo a veces.
Nadie conoce tus apellidos, pero todos te nombran. Te quieren como si fuesen ellos mismos, con inocencia y gracia confundida, con más pereza los lunes, con ganas las mañanas de vacaciones, con miedo a veces.
Pero te quieren.
A veces se olvidan de tus cuatro letras, se acuerdan más tarde cuando se les cae la vergüenza al suelo y la pisoteas hasta que se quedan desnudos justo delante de ti. Sin intenciones, sin sencillez, sin tus dos brazos agarrándoles tan fuerte que no corten la respiración.
Eres quién roba sus suspiros, quien se ha quedado las canciones que te escribieron y nunca te cantaron, y las palabras, todas las que se han marchitado en tantos labios cobardes. Pero también te esperan, te han confiado silencios, te lloran emocionados cuando sienten tu latir corriendo por sus venas con un sentido ausente, pero inspirador.
Te echan de menos, cómo no van a hacerlo, cuando te confunden con la distancia y los kilómetros de piel sin compromiso. Te echan aún más de menos los días de mezclas mal elaboradas, a veces, recuerdos con prisas, otras, alcoholes y perdidas.
Quien dice que nunca te quiso, es el mismo que te maldijo por tus desinteresadas patadas y lluvias
mal puestas. Pero también te sonrió como lo hacen los tontos enamorados de ilusiones pasajeras. Y lo siguen haciendo.
A voces, a gritos, a mudeces.
A veces se olvidan de tus cuatro letras, se acuerdan más tarde cuando se les cae la vergüenza al suelo y la pisoteas hasta que se quedan desnudos justo delante de ti. Sin intenciones, sin sencillez, sin tus dos brazos agarrándoles tan fuerte que no corten la respiración.
Eres quién roba sus suspiros, quien se ha quedado las canciones que te escribieron y nunca te cantaron, y las palabras, todas las que se han marchitado en tantos labios cobardes. Pero también te esperan, te han confiado silencios, te lloran emocionados cuando sienten tu latir corriendo por sus venas con un sentido ausente, pero inspirador.
Te echan de menos, cómo no van a hacerlo, cuando te confunden con la distancia y los kilómetros de piel sin compromiso. Te echan aún más de menos los días de mezclas mal elaboradas, a veces, recuerdos con prisas, otras, alcoholes y perdidas.
Quien dice que nunca te quiso, es el mismo que te maldijo por tus desinteresadas patadas y lluvias
mal puestas. Pero también te sonrió como lo hacen los tontos enamorados de ilusiones pasajeras. Y lo siguen haciendo.
A voces, a gritos, a mudeces.
Comentarios
Publicar un comentario