El resto del contrato
Le hablé al olvido de todas las cuentas pendientes de
anoche, le hablé de lo poco que escribo y de las ganas que se quedan sepultadas
en trozos sucios de ahumado papel. Le he pedido explicaciones a él, una detrás de
otra, de porqué se ciñe a leerme los quejumbrosos poemas de falso amor al oído cuando
nadie más escucha, de porqué después de un tiempo tan valioso ni siquiera ha
hecho falta un gatillo para clavármelos en el corazón, de porqué no ha sonado y
hay tanta sangre en el suelo.
Se atiene a contarme
lo que ya sé, nimiedades sobre lo que no pasó, sobre lo que sí pero a oscuras,
las declaraciones de después, los falsos testigos y sus dedos acusadores.
Me prohíbe hablar de ti, dice que te fuiste en todas esas
veces que pensaste que morirías si no te dabas la vuelta, pero resultaste al
fin y al cabo ileso, coronado con espinas en piedra y sangre de mentira.
Tampoco me deja culparte, dice que te ha visto sonreír. Dice
que después de todo te morías por mirarme a los ojos otra vez para recordarte
lo que ya está escrito, rezado y llevado al altar. Dice que quizás el
arrepentimiento también se equivocó entonces y que da igual cuantas veces te
repitas que no es que no me quisieras, es que nunca imaginaste que fuese yo
quien te iba a querer a ti.
El acuerdo es aún un terrible negocio en unas manos que
tiemblan de miedo. Las decisiones se abrazan entre ellas y te susurran que hay
cosas peores que estar solo, que hay botellas que quitan la sed sin destaparlas
y vida a mil kilómetros de distancia de aquí.
Nunca llegaste a quererme como yo he llegado a odiarte. Te
he visto crecer en muchos libros, te vi en la camisa de cuadros de aquel pobre
diablo que tanto se parecía a ti, te escuché en la letra de aquella triste
balada de desamor y en el fondo de una copa de cristal algún mísero sábado de
madrugada.
Los meses nos han despeinado a los dos y nos han deseado
toda la suerte que siempre aparecía de golpe y en las manos de otros. Da igual
cuanto nos escondamos, cuanto destino nos quede aún por delante, siempre nos
quedará un poco más de compasión en las maneras.
Es la parte que nos queda de contrato. Tú tienes que dejar de mirarme
como si me hubieras dejado marchar y yo sigo sin pedirte a ti explicaciones.
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