No son corazones, son hojas.
No me queda más sinceridad, ni más engaño, ni mucho menos un tablón de madera para que te agarres a lo que puedas. Creo que incluso, es inútil aparentar que te escribo, que no lo hago, o que hago como que en realidad tengo algo que escribir. Es muy inútil negar que he conseguido, al fin, parar un terremoto que estuvo años derribando casas, refugios y alguna que otra calle de mi alma; y que desde entonces, el gusto a sonreír parece volver a ser nato.
Sé cosas que quiero, sé a quién no, sé que llevo meses sin corazón y hoy he reparado en su ausencia. Pero, para mi sorpresa, muy grata he de admitir, no estoy tan triste. No tengo ganas de venganza, no me apetece estrellarme la cabeza en cualquier superficie lo suficientemente dura y sufrida para darle la razón a Newton, y quitármela a mí.
Quizás me avergüenza, un poco, mi inocencia, quizás mi creencia ciega y encaprichada en cuentos infantiles o en los principios de las personas, o en lo que quisiera que fuere el tiempo olvidado en causas sin noción. Quizás me avergüenza, pero no tanto.
Es más pena, la poca resignación que me queda, lo mal y bien que sienta que te digan la verdad, que te agarren de la mano y que de un soplo de la muerte, te susurren bajito que toda esa esperanza, mejor que la emplees en otras cosas más valiosas, en promesas más comprometidas, en ratos de mejor inversión.
Y qué mas me da, la conciencia que te quede o no, el arrepentimiento que fue entonces y que te perseguirá de nuevo cada vez que lo sigas tratando con todo ese decoro del que para mí hace mucho que careces. Que más me da, ahora que sé que debo creer la verdad.
Y esto, te prometo, con el mucho odio que hoy me señala y con las muchas ganas que tengo de que te haga sentir algo, al menos pena por tus propios huesos, es el ajuste de esas cuentas que no redimiría ni al peor de los asesinos. Me apetece que te duela la vida, los sueños, la memoria y cualquier otro desaire que pretenda crucificarte, que te duela mucho todo el dolor que tú mismo te has causado y que un día de estos, ya no sea mio nunca más.
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