Octubres pocos.

Es el otoño envuelto de verdad,
durmiéndote los ojos,
tirándote las hojas,
hablando de marchitarse.

La glauca hojarasca,
la tierra en la mirada
y ese pesar mal decorado
de fríos tempranos.

Es el veneno de sus savias,
ascendiendo por la corteza
de nuestras pieles y haciéndolas
extranjeras en sus propias carnes.

Las agujetas del alma,
los complejos y la ropa por los suelos,
mezclando sueños de gigantes
y versos de liliputienses.

Es el mirar de los preocupados,
el entretanto de los fuegos lentos,
las piedras del río que nos arrastra
hacia la paz del otro lado del mundo.

Es como intentar hacer la cena,
y acabar escribiendo poesía.
Como intentar hablar de algo,
y que el poema acabe llorando por ti.

He soñado en contarte como es,
lo de vivir debajo de un abrigo
las cuatro estaciones
y mis restos de año.

Pero es como hilar un suceso
en los descosidos de mis manos,
como mentir sin darse cuenta,
o perseguir un infinito.

Es la peor comparación que
un loco de atar jamás haría con las barbas del destino,
la de justificar un dolor al que has dado
cobijo, tregua y abrazos todas las noches.







Comentarios

  1. Poesía con mucho gusto, sutileza y verdad. Exquisita como todo lo que escribes. Sigue siendo desastre.

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  2. Te leo tarde, pero los colorines me los sacas igual.

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