Ausencia (II)
He puesto este pequeño trozo de mar
en este pequeño chato de vino;
otro tinto y otra copa,
un descanso muerto y breve
con un hielo, sin limón,
en la mesa sin número.
Veo venir las olas en los pulmones,
un salobre corazón que palpita sangre derretida,
otra distancia en el pulso,
indivisible.
Se van.
Me quedan palabras secas y el resto de vajilla,
un pincho frío,
equilibrios en los dientes,
la garganta con sed de voz.
Mi estómago deshecho a las veinte de la tarde,
quince noches más por delante,
cuentas y distancias,
-todas pendientes-.
Me quedan ausencias en el pecho,
recorriendo los pasillos de mi casa,
cuatros de agosto,
meses sumándose, indistintos.
Veranos al sol y lutos.
Dudas, incertidumbre, cenizas.
Me quedan.
Lo que el mar siempre devuelve,
lo que el mar nunca se lleva.
en este pequeño chato de vino;
otro tinto y otra copa,
un descanso muerto y breve
con un hielo, sin limón,
en la mesa sin número.
Veo venir las olas en los pulmones,
un salobre corazón que palpita sangre derretida,
otra distancia en el pulso,
indivisible.
Se van.
Me quedan palabras secas y el resto de vajilla,
un pincho frío,
equilibrios en los dientes,
la garganta con sed de voz.
Mi estómago deshecho a las veinte de la tarde,
quince noches más por delante,
cuentas y distancias,
-todas pendientes-.
Me quedan ausencias en el pecho,
recorriendo los pasillos de mi casa,
cuatros de agosto,
meses sumándose, indistintos.
Veranos al sol y lutos.
Dudas, incertidumbre, cenizas.
Me quedan.
Lo que el mar siempre devuelve,
lo que el mar nunca se lleva.
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