El juego del ángel

¡Feliz entrada de año, lectores!

En esta semana que se consume terminé mi última lectura del año 2020 y también mi primera del nuevo año que pisamos. Empecé este libro el día que cogí las vacaciones, vísperas de nochebuena, y hemos estado haciéndonos amigos durante varias semanas. Ha sido una lectura lenta y pausada, con tiempo para respirar. Como a mí me gusta leer: sin correr y disfrutando de las vistas.

Nos adentramos de nuevo en el cementerio de los libros olvidados. Esta vez, el protagonista es David Martín, un escritor de orígenes humildes y de niñez robada. Quizás por eso nos encontramos frente a un personaje menos inocente que Daniel Sempere, más huraño y maltratado en cuerpo y espíritu. La novela comienza con mucha maestría y despierta rápido el interés lector. Pronto empiezan a aparecer varias subtramas, misterios y personajes oscuros al más puro estilo Zafón. Es innegable que te dejas atrapar por aquella misma Barcelona de La sombra del viento, una sensación muy similar que de alguna manera nos conduce a querer comparar ambas historias (sobre todo si se leen seguidos ambos libros). Para mí, este libro tiene una trama principal menos redonda o circular de lo que fue el primer libro, en el que todo de alguna forma se entiende, cuadra y encaja a la perfección. El juego del ángel es un libro que quizás confía más en la magia, concede un final más sorprendente, más extraño y en el que es más fácil perderse algunos hilos.

La serie de libros que conforman esta tetralogía permite la lectura independiente de cada uno de los tomos, aunque existen escenarios y personajes que coinciden. En este caso, la librería de los Sempere es el elemento común y conoceremos con más detalle a los padres de Daniel, en especial a Isabelle, su madre y también mi personaje favorito de esta historia.


Estoy expectante por conocer qué misterios andan esperándome en El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus...


« —¿Puedo preguntarte por qué viniste a vivir aquí? Es una casa un tanto grande para alguien que vive solo.

Alguien que vive solo, pensé. Uno acaba convirtiéndose en aquello que ve en los ojos de quienes desea.»
 

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